El Observatorio de Ballenas Franca Austral Punta Flecha, ubicado en el área Protegida Municipal El Doradillo, a 17 Km. de la ciudad de Puerto Madryn, es el primer lugar en el mundo que permite avistajes desde la costa con gran concentración de ballenas Franca Austral (Eubalaena australis).
Desde 1999 Fundación Patagonia Natural ofrece este espacio libremente a residentes y turistas atraídos por las ballenas, deseosos de recibir información e interpretar lo que contemplan.
El Observatorio sirve de base operativa para investigadores de distintas disciplinas como la biología y el turismo. También se realizan actividades de educación ambiental destinadas a alumnos y docentes de las escuelas de la ciudad y de la región. La calidad de la experiencia en este lugar, lo convierte en uno de los mejores puntos para la observación costera de ballenas en el mundo.
Punta Flecha, una elevación de 21 metros sobre el nivel del mar, flanqueada por las playas “Las Canteras” y “El Doradillo”, permite una perspectiva sin igual sobre las aguas calmas del Golfo Nuevo, una de las áreas de mayor concentración de ballenas francas en el mundo.
Área Protegida Municipal El Doradillo
El Observatorio Punta Flecha cuenta con la Declaración de Interés Turístico e Institucional del Organismo Provincial de Turismo (Resolución Nº035-OPT/99), y con la aceptación de los aspectos ambientales dispuestos por la Dirección de Protección Ambiental de la Provincia del Chubut (Disposición Nº044-DPA-99).
Asimismo el área ha sido declarada “Paisaje Protegido El Doradillo por el Concejo Deliberante de la Ciudad de Puerto Madryn” mediante la Ordenanza Nº4263 del 29 de noviembre de 2001.
Esta declaración “tiene por finalidad conservar la integridad del paisaje, manteniendo sus condiciones naturales actuales”. Su texto también afirma que “Comprende una franja paralela a la costa marina compuesta de playa y tierra firme, esta última de un ancho mínimo de tres mil metros contados desde la línea de alta
marea, siendo Punta Arco su extremo sur y el límite del ejido municipal su extremo norte”. El sector comprendido entre Punta Arco y Punta Ameghino ha sido declarado área Protegida Municipal (Ordenanza Nº4263/01), lo que sirve de marco para seguir avanzando en el camino de la conservación de la especie en la zona.
Este es el sitio elegido para realizar Programas Educativos orientados a niños de las escuelas de Puerto Madryn (Chubut, Argentina), de zonas cercanas y del resto del país, que arriban a nuestra ciudad en viajes de estudio programados.
Gracias a su altura de 21 metros sobre el nivel del mar, el Observatorio Punta Flecha posee una vista panorámica y una buena perspectiva que permiten la realización de conteos de ballenas desde costa. Estos conteos se realizan una vez por semana durante toda la temporada reproductiva (de junio a diciembre) siempre y cuando las condiciones climáticas lo permitan (es necesario que no haya viento y que el mar este calmo). Utilizando un telescopio, se contabilizan las ballenas que se encuentran en el área comprendida entre Punta Arco y Punta Ameghino, tratando de determinar si son madres con su cría, individuos solitarios o grupos de cópula. El número de ballenas que se obtiene, subestima el valor real ya que sólo se pueden observar a las ballenas que se encuentran en superficie al momento del conteo. Estos estudios, realizados a largo plazo, permitirán conocer la distribución temporal de las ballenas en el área del Doradillo y una medida cuantitativa de la utilización que hacen de esta área. Además sirven para la valorización de un paisaje único y de vital importancia para la especie.
Las ballenas emiten sonidos para comunicarse y cada especie realiza sonidos particulares y característicos. No se conoce detalladamente el mecanismo por el cual los producen, pero si se sabe que la laringe desempeña un papel importante y que no poseen cuerdas vocales; también que las ballenas no precisan espirar aire para producir estos sonidos. Los cetáceos tienen un sentido auditivo mucho más desarrollado que el humano. Algunos de los sonidos que emiten son audibles por nosotros, pero también utilizan sonidos que nuestro oído no es capaz de captar; tal es el caso del infrasonido (sonidos de baja frecuencia). En el agua, el sonido se propaga mucho más rápido que en el aire y su atenuación es también menor. Por esta razón, el sonido en el mar puede viajar grandes distancias y permitir que se comuniquen ballenas que se encuentran a varios kilómetros de distancia.
La Ballena Franca Austral
Es el nombre común de la especie Eubalaena australis, un mamífero marino adaptado a la vida acuática. Pertenece al orden de los cetáceos, que se cree han evolucionado a partir de mamíferos terrestres que fueron al mar entre 45 y 70 millones de años atrás. Hay evidencias que entre 4 y 5 millones de años ya existían ballenas mysticetos, y odontocetos.
Su cuerpo es robusto y ovalado, y se destaca por el tamaño de su cabeza que alcanza casi la tercera parte del largo total del cuerpo.
La aleta caudal, que desplaza con movimientos verticales para nadar, mide unos 5 metros de ancho en los adultos, está formada por tejido fibroso con una base esquelética mínima y unida al cuerpo por potentes músculos que configuran el pedúnculo caudal.
Los miembros anteriores, convertidos en aletas pectorales, los utiliza fundamentalmente para cambiar de dirección y mantener la estabilidad. Carece de aleta dorsal y de surcos o pliegues ventrales como otras ballenas.
Respiración
Como todo mamífero marino, la ballena necesita subir a la superficie para respirar.
El aire penetra por la parte superior de la cabeza a través de un par de orificios denominados espiráculos, dotados de potentes músculos que le permiten cerrarlos mientras se sumerge, impidiendo la entrada de agua a los pulmones. Cuando exhala despide dos columnas de aire húmedo y partículas de vapor condensado junto con secreciones de los conductos aéreos y pulmones.
Estas columnas de vapor se elevan formando una “V” que puede alcanzar los cinco metros de altura. El tipo de soplido permite distinguir a la ballena franca entre otras ballenas. El tiempo entre las exhalaciones varía de acuerdo a la actividad que esta desarrollando. En una ballena inactiva puede ser entre 15 segundos a 4 minutos; en una inmersión puede alcanzar los 30 minutos, por lo general permaneciendo luego en superficie para ventilarse y reestablecer el equilibrio de oxígeno (Harris y García, 1986).
Las madres con crías son las que permanecen más tiempo en superficie, los individuos solitarios y los grupos de cópula son los que se sumergen por más tiempo. Utilizan el aire en forma eficiente renovando hasta el 80% del contenido pulmonar en cada respiración, en lugar del 15 al 30 % como los mamíferos terrestres.
Alimentación
La ballena es un animal filtrador por excelencia. Cuando se alimenta, avanza con la boca abierta, dejando escurrir el agua a través de sus barbas. El alimento queda atrapado en la superficie interna de las mismas.
Las barbas son placas rígidas insertadas a cada lado de la mandíbula superior y dispuestas a modo de peine. La longitud de cada barba varía de acuerdo al lugar que ocupa en la mandíbula, alcanzando en individuos adultos los 2 metros. Poseen en su borde interno una importante cantidad de pelos gruesos que hacen más
eficiente la filtración del agua. Compensan con eficiencia en la filtración del alimento lo que otras especies de ballenas ganan con mayor velocidad de natación. El alimento consiste principalmente en zooplancton: pequeños invertebrados marinos que se agrupan en grandes masas, distribuidos en el océano en áreas con determinadas condiciones de agua y luz. Las especies más comunes en la dieta de la ballena son el krill (Euphausia superba) y el bogavante (Munida gregaria). Se conocen dos estrategias de captura de alimento: en superficie donde la ballena
semisumergida nada a través de la zona de concentración de plancton con la boca entreabierta, permitiendo que se cuele el agua entre las barbas y quede atrapado el alimento. Con movimientos de cabeza y la ayuda de su lengua dirige el alimento hacia atrás de su boca para tragarlo. La otra estrategia es en profundidad, donde nada con la boca abierta mientras atraviesa el área de concentración de zooplancton.
Ciclo reproductivo
Las hembras alcanzan la madurez sexual entre los cinco y seis años y tienen un ritmo de reproducción lento con una cría cada tres años.
El apareamiento se produce en los grupos de cópula que se forman cuando varios machos compiten por una misma hembra.
Gestación: Se estima que tiene una duración aproximada de 12 meses. Nunca se ha observado un nacimiento de ballena franca austral.
Nacimiento: Las hembras paren un ballenato por vez. Entre junio y setiembre se concentran la mayor cantidad de alumbramientos.
Lactancia: La frecuencia y duración de las mamadas varía de acuerdo al tamaño del ballenato. Los ballenatos permanecen junto a su madre durante el primer año de vida.
Crianza: Al poco tiempo de nacer, los ballenatos son capaces de nadar y bucear a poca profundidad; para amamantar deben sumergirse debajo de su madre. Durante la primera etapa cada ballenato es celosamente cuidado por su madre. Al madurar comienza a alejarse con mayor frecuencia y distancia, para luego volver a mantener contacto con ella.
Subadulto: Etapa siguiente al destete y previa a la madurez sexual. Son individuos de menor tamaño que un adulto y que no están acompañados por su madre.
Edad: El tiempo de vida de una ballena franca se estima entre los sesenta y setenta años, siempre que sobreviva a la predación natural y a las intervenciones humanas en su ambiente. Se han desarrollado metodologías para averiguar la edad a partir del desarrollo de las barbas y la acumulación progresiva de cera en los oídos; sin embargo estas metodologías son bastante imprecisas y solamente trabajan con individuos muertos. De allí la importancia de realizar estudios de identificación y seguimiento de individuos vivos en su ambiente a largo plazo, los cuales permitirán comprender muchos aspectos sobre el ciclo vital y la biología de las ballenas francas
Conservación de la Ballena
Franca Austral
La población histórica mundial de ballenas francas australes (Eubalaena australis) ha sido calculada aproximadamente en 100.000 individuos para el año 1900 (Leatherwood, 1983).
Antiguamente, se encontraban distribuidas entre los 20º y 60 º de latitud en los Océanos Atlántico y Pacífico Norte, Atlántico Sur, Indico Sur y parte del Pacífico Sur. En la actualidad, solo se las observa en Nueva Zelanda, Sudáfrica, Malvinas y Patagonia. La caza indiscriminada llevó a la especie al límite de la extinción, quedando apenas 4.000 individuos (un 4% de la población inicial). La prohibición de esta práctica hace más de 70 años, ha permitido un lento crecimiento en la población, lo que abriga esperanzas de recuperación. La conciencia acerca de la necesidad de conservar la especie ha ido aumentando, y encontrando amparo en acuerdos internacionales, leyes y decretos nacionales o provinciales, como también en declaraciones y ordenanzas municipales a favor de las ballenas. Otra muestra de esa conciencia es el interés particular que despierta el fenómeno de los varamientos, donde se suman el esfuerzo de instituciones y particulares por salvar la vida de una ballena, especialmente desde que se han logrado algunos rescates exitosos.
Durante los siglos XVII y XVIII, las ballenas fueron brutalmente perseguidas, abusando de su abundancia y distribución en los mares, con el fin de comercializar su aceite, grasa y barbas.
Si bien muchas especies de ballenas sufrieron la misma condena durante esa época, las ballenas francas contaban con características únicas, la lentitud con que nadaban y la flotabilidad luego de su muerte permitieron distinguirlas del resto y ubicarlas entre las más codiciadas. Además de la caza indiscriminada que han sufrido estas grandes ballenas, también han sido víctimas de otros factores, que, directa o indirectamente, las han colocado en grave peligro y aún en la actualidad están declaradas en estado “LRcd: dependiente de las acciones de conservación” (UICN, www.redlist.org). Entre otras causas que atentan contra estos animales se encuentra la sobreexplotación de su principal recurso alimenticio -el krill-, el aumento del tráfico naviero y la embestida de ballenas por barcos en los últimos años, la alteración antrópica de sus áreas de alimentación, reproducción y cría, y también la
contaminación de los mares. Según las investigaciones, el período entre crías resulta en un intervalo de al menos tres años. Luego de dar a luz, las ballenas permanecen el primer año junto a sus crías. Durante este tiempo es alta la probabilidad de muerte de estos “bebés”. De hecho, se observa una tasa de mortalidad peritanal alta, aproximadamente el 18 % de los nacimientos que ocurren cada temporada (Harris y García, 1990). Actualmente, se estima que la tasa de crecimiento anual de esta especie en Península Valdés se encuentra cercana al 7 % (Cooke et al, 1999 in press). Las ballenas francas australes se encuentran protegidas por leyes y reglamentaciones que buscan afianzar cada vez más su supervivencia y recuperación definitivas.